En entradas
anteriores comencé a contarte sobre el Paseo del Prado, un emblemático sitio de
la capital cubana, un sitio con mucha historia y tradiciones, muy cerca de
nuestra casa, CASA MAURA, mi casa
particular en La Habana, dedicada al hospedaje de viajeros, una casa de renta
con el concepto B&B, ubicada en la Habana Vieja.
Hoy continuó compartiendo contigo estos escritos del
periodista cubano Ciro Bianchi, esta vez conversando sobre los mejores hoteles
y restaurantes de La Habana, que estuvieron en el Prado.
Los mejores hoteles de la ciudad a fines del siglo XIX abrían
sus puertas sobre el Paseo del Prado, sitio donde confluían la corriente
turística extranjera, sobre todo norteamericana, y los visitantes del interior.
En el momento de su inauguración, en 1875, en la esquina
de San Rafael, el Inglaterra se anunciaba como un hotel enteramente iluminado
con luz eléctrica y provisto de elevadores, cuarto de baño en cada habitación,
cantina, barbería e intérpretes en todos los idiomas. El Sevilla, fundado en
1908, tenía su entrada por Trocadero, hasta que en los años 20 construyó una
torre de varios pisos que anexó al edificio original y extendió sus servicios y
dependencias hasta Prado. El hotel Miramar, en la esquina con Malecón, era el
más caro de la ciudad. Pequeño, pero muy confortable; lujoso, con chefs de
cocina franceses y un orden y limpieza
extremados. El Telégrafo disponía de servicio telegráfico exclusivo y teléfono
en cada habitación, lo que lo hizo el preferido de hombres de negocio y
periodistas extranjeros de paso por la Isla.
Este establecimiento, al igual que el hotel Miramar, era
propiedad de Pilar Somoano de Toro. Ambos se descomercializaron por causas que
desconoce el escribidor. El Miramar empezó a perder el favor de la clientela
hacia 1920 y aquella instalación preferida por el mundo elegante era en 1934
edificio de oficinas —allí tenía la suya
Sergio Carbó, el periodista más
popular de Cuba en ese momento—, hasta que se destinó a sala de fiestas y a escenario de peleas de
boxeo. Todavía en los años 60 estaba en pie: era un caserón oscuro y vacío. El
hotel Telégrafo, en 1958, era una triste casa de huéspedes.
Para comer bien restaurantes en el Paseo del Prado en La Habana
Refiere la crónica que el restaurante del hotel Miramar
fue uno de los lugares donde mejor se comió en La Habana. Sitios donde comer
bien, y a veces mejor, en Prado nunca
faltaron. Muchos recuerdan aún el servicio del Centro Vasco, a comienzos del Paseo,
antes de su traslado al Vedado, y las comidas de la Tasca Española, en el
número 51 de la calle. El Frascati, en el 357,
se alza todavía en el recuerdo de los que lo conocieron como una casa
insuperable de la cocina italiana, poco extendida en la Cuba de entonces.
En el restaurante del hotel Siboney, en Prado 355, preparaba el entonces muy joven Gilberto
Smith platos de cocina judía —funcionaba la Unión Hebrea Chavet Ahim, en el
número 557—, hasta que, ya con la cocina en la palma de su mano, pasó a Los Tres Ases, en Prado 356. Gozaba esa instalación de una clientela
selecta: ricos empresarios, políticos de moda, profesionales de sólido
prestigio. Entre ellos estaba el periodista
Enrique de la Osa, jefe de la sección En Cuba, de la revista Bohemia, siempre
con una copa de Veterano de Osborne en la mano, rodeado de amigos y a la caza
de la noticia. Era un cliente espléndido, que recompensaba con largueza el buen
servicio. También el ex primer ministro Carlos Saladrigas, ensimismado y
taciturno, y Bobby Maduro, uno de los dueños del Gran Stadium del Cerro y de la
Financiera Nacional, locuaz y sonriente, satisfecho de la vida. El senador
Eduardo Chibás, que nunca dio propinas, se desvivía por las costillas de cerdo
Baden, que Smith preparaba para él en Los Tres Ases.
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