miércoles, 26 de agosto de 2015

Una atracción en la Habana Vieja: El Coche Presidencial




Un coche ferroviario atrae la atención de los que transitan por la calle Oficios, en La Habana Vieja. Está emplazado en una de las calles laterales del Salón de la Ciudad, un edificio que se construyó a comienzos del siglo XX para dar albergue a la Cámara de Representantes y que hasta 1959 alojó al Ministerio de Educación. Es el coche Mambí, llamado también Coche Presidencial porque a lo largo de los años y hasta convertirse en un objeto museable, fue utilizado por no pocos mandatarios cubanos.
¿Cuál es la historia de esta reliquia tecnológica del ferrocarril?
Llegó a Cuba por primera vez en diciembre de 1912 en un ferry que enlazaba La Habana con la Florida; un tipo de servicio ferroviario y marítimo que garantizaba el intercambio de mercancías entre ambas regiones con eficiencia y rapidez ya que cruzaban el mar en el ferry, pero dentro de los vagones del ferrocarril.
El vagón estaba destinado a Horatio S. Rubens, presidente de la Compañía de Ferrocarriles de Cuba, y que fuera abogado del Partido Revolucionario Cubano y amigo de José Martí y de Tomás Estrada Palma. Por eso el coche fue bautizado con el nombre de Mambí. A bordo de ese coche Rubens salía de Nueva York con destino a Florida en el tren nombrado Havana Special.
De Florida, el Mambí era trasladado en barco hasta La Habana, y, ya en Cuba, era arrastrado hasta Camagüey por el tren número 1, y de Camagüey a La Habana por el tren número 2. Desde aquí iba por mar hasta Florida y, como parte del Havana Special, retornaba a Nueva York.
Como Horatio Rubens era el presidente de la compañía y se valía del Mambí para sus viajes de inspección en la Isla, los propios trabajadores ferroviarios dieron al vagón el nombre de Coche Presidencial.
Pero por su seguridad y confort, el coche Mambí, durante su estancia en territorio nacional, se ofrecía a altas personalidades de la política. Así, a lo largo de los años lo utilizaron los presidentes José Miguel Gómez, Mario García Menocal, Alfredo Zayas y Fulgencio Batista, lo que reafirmó e  hizo popular su denominación de Coche Presidencial.
Fidel Castro también lo utilizó en ocasiones muy significativas.
Esta estructura de hierro revestida interiormente de maderas preciosas pesa 80 toneladas y se destaca por el aprovechamiento y distribución del espacio y su excelente diseño. Su entrada principal exhibe un balcón en el puede viajarse de pie y que admite a cuatro personas cómodamente sentadas. Ese balcón está resguardado por una baranda de bronce forjado y dispone de un toldo regulable que protege a los viajeros del sol o de la lluvia.  El coche Mambí está dotado de un recibidor espacioso, sofá cama y literas bien disimuladas, y de otro recibidor más pequeño, también con litera.
Un salón para oficina. Servicios sanitarios. Dos habitaciones con sus respectivos closet y muebles de maderas preciosas, habitaciones que se comunican a través de un baño intercalado provisto de una bañera de mármol y otros aditamentos. Dispone además de un comedor para ocho personas, con vitrinas de maderas precisas y cristales de bacará, cubiertos de plata y otros accesorios con el logotipo del Mambí. Tiene también pantry, cocina y una habitación para el personal de servicio con cuatro capacidades.
Estaba provisto originalmente con lámparas de carburo. En los años 70 se le dotó de sistema eléctrico sin que se retiraran los mecanismos originales, lo que posibilita el uso de cualquiera de las dos fuentes energéticas. Para acondicionar el aire del vagón se utilizaba hielo húmedo sobre el techo y ventiladores especiales que hacían correr el aire frío a través de ventanillas colocadas en los bordes superiores de cada uno de los departamentos del coche.
Cuando empezaron a hacerse tirantes las relaciones entre EE UU y Cuba, funcionarios de los Ferrocarriles Consolidados de Cuba —herederos de la Compañía de Ferrocarriles de Cuba, que operaba en la zona oriental— quisieron sacar el Mambí de la Isla para que no retornara jamás. Estando ya el coche en la línea férrea que entraba al ferry, milicianos de la Estación Central lo retornaron al andén número 10, conocido también como La Cochera, donde aparcaban los coches administrativos.
Estuvo en uso hasta 1987, cuando se decidió declararlo patrimonio ferroviario y exhibirlo en la propia Estación Central cerca del salón de viajeros. Allí estuvo hasta que en los años 90, en medio de la crisis económica de la época, se determinó que esa joya emblemática del ferrocarril cubano fuera entregada al doctor Eusebio Leal, Historiador de La Habana, para admiración y disfrute de cubanos y extranjeros que recorren la parte vieja de la ciudad.

lunes, 24 de agosto de 2015

Damisela encantadora


Quienes conocen la buena música cubana han escuchado "Damisela Encantadora", la bella canción central de la zarzuela "Lola Cruz" del maestro Ernesto Lecuona.  Pero tal vez pocos sepan que… (SEGÚN CUENTAN)  Lola Cruz fue una mujer que realmente existió, una encantadora damisela que vivía en Matanzas,  y en aquella época, Cuba atraía a muchos galanes locales y externos... y Lola  finalmente se casó con uno de los hombres más ricos de su época.
En la obra de Lecuona, la historia de Lola Cruz en el siglo XIX transcurre entre valses y canciones. En la vida real ella nació pobre, vivió en el lujo y murió en bancarrota. El pentagrama la inmortalizó.
Lola Cruz nació en Matanzas de una pobre familia. Cuando llegó a la adolescencia era tan bella que desde la ciudad y varios lugares de Cuba (dicen que hasta del extranjero) le llegaban hombres tratando de conquistarla. Su atracción la extendió más allá de su humilde origen.
Como era costumbre de la época, las clases  competían en dos bandos, el "Azul" y el "Punzó" disputándose cintas y trofeos en verbenas, juegos, bailes, competencias. En 1857 el Bando Punzó (rojo) eligió como Reina a Lola Cruz y los azules escogieron a la también bella Juanita Páez a quien se concedió el honor de prender la llama azul de la primera planta de gas puesta en servicio para el alumbrado público en la "Atenas de Cuba". En su zarzuela , el maestro Lecuona recrea una de las fiestas de la época y en una escena Lola canta "Damisela Encantadora" y Juanita interpreta "Vals Azul". 





Finalmente Lola se casó con José María de Ximeno, hijo de una de las familias más acaudaladas de Matanzas , entonces potencia azucarera y portuaria. Los Ximeno vivían en una lujosa y enorme mansión de dos pisos a un costado de la Iglesia Catedral y allí se hizo la fiesta nupcial tras el enlace religioso.  Lola lució un traje de encajes y bordados  hecho por su abuela pero no quiso usar joyas. La pareja salió en volanta para pasar la luna de miel en el ingenio azucarero "Jesús María" (propiedad familiar) cerca del poblado de Camarioca.
Retornaron a Matanzas para vivir en el palacete que por encargo de la familia un arquitecto norteamericano construyó para ellos en la calle Gelabert, (después  Milanés) # 16 cerca de la Magdalena y el Palacio de Junco.
Tenía una monumental puerta de entrada y la salida era por un piso inferior que daba frente a la calle Contreras (Byrne) cerca del callejón de Madam, donde estaban la cochera, habitaciones de sirvientes, cocina, almacenes y un mini-teatro. Un enorme laurel importado de la India crecía al centro del patio y de sus ramas colgaban jaulas con canoras aves y saltarines monos. Por la azotea se paseaban pavos reales. En el primer piso había un enorme comedor con paredes de cobre repujado. Podía acomodar hasta a 60 personas, los alimentos llegaban  por un ingenioso torno que los subía desde la cocina en el piso inferior. Casi todo lo que allí se consumía procedía de las fincas de la familia en las lomas de La Cumbre y el Valle del Yumurí.
Los tiempos cambiaron y llegó la Recesión. La Revolución Industrial se llevó muchos de aquellos "cachimbos" e ingenitos azucareros movidos por esclavos.  Con la Guerra de Independencia  se destruyeron los cañaverales  en medio de cambios internacionales.
El primer ferrocarril llegó a Matanzas uniéndola con La Habana que conquistó la supremacía portuaria. La ruina tocó a los esposos Lola-Ximeno y para colmo, un huracán casi destruyó su palacio. Don Ximeno murió poco después. Lola Cruz tuvo que vender poco a poco muebles, ropas, libros, prendas, lo que le quedaba. Finalmente regresó a la modesta casa de sus padres.


martes, 4 de agosto de 2015

10 prendas usadas en Cuba




Hola, soy Maura, dueña de CASA MAURA, mi casa particular en La Habana, dedicada al hospedaje de viajeros, una casa de renta con el concepto B&B, ubicada en la Habana Vieja.
Hoy te traigo otra curiosidad. Esta vez hablaremos sobre la ropa en Cuba. Mejor dicho, sobre los sobrenombres con que solemos identificarlas.
La ropa, que en sus orígenes cumplía la exclusiva función de proteger al cuerpo del frío y los peligros, es tanto un sello de idiosincrasia y un elemento distintivo como lo es la lengua que hablamos. Los cubanos tenemos una particular forma de vestir y sobre todo, tenemos una exclusiva forma de nombrar las ropas y prendas que usamos.
En ocasiones, la motivación será el uso, la adaptación de alguna marca, pero lo cierto es que hay prendas que, aún usadas en otras latitudes, cuando las nombramos lo más probable es que necesitemos explicarnos o ejemplificar para que alguien de otras tierras nos entienda.


El bajichupa: top de otras latitudes. No hay que buscarle la quinta pata al gato para saber por qué se le puso este nombre a esta prenda femenina de tan poca tela.
Los popis: tenis o zapatillas deportivas. El objeto del deseo de cualquier joven en los años 90 cuando solo unos pocos podían tenerlos. Lo que en otros sitios es un calzado específico para hacer deporte (con todas sus posibles variantes: los de senderismo, los de hacer padel, los de carreras de resistencia o velocidad....) en Cuba es un zapato de andar por la calle y, dependiendo de cuán conocida sea la marca, de salir por las noches a presumir de estatus y dinero.
 

Las (camisas) bacteria: pasaron en poco tiempo de ser lo más fashion a ser lo más 'cheo' que alguien podía vestir. Discretas no eran, hay que decirlo, pero frescas para las cálidas temperaturas sí. Si la usabas una o dos tallas más de la necesaria estabas más a la moda. Después, cuando dejaron de ser prendas para lucir, lo mejor era dejarlas en los escaparates de casa, alejadas de la vergüenza de quien las usaba. En realidad no son exclusivas de Cuba y el diseño de sus tejidos suele emplearse aún.
Las (camisas) cajita: las de las chicas perduraron más; aún hoy suelen aparecer en las colecciones de moda esas camisetas, usualmente anchas, por encima de la cintura. Las de chicos transitaron tan rápido por los atuendos cubanos que es imposible encontrar en la red alguna imagen que las muestre, pero seguramente más de un cubano se sorprenderá en alguna foto propia de cumpleaños, vistiendo una camisa con elástico en la cintura y, a veces, hasta alforzas, broches y botones.
Los calenticos: culote en otras latitudes. Aunque no son prendas exclusivas de Cuba, sí lo sea quizás su extendido uso extra-doméstico, y sí la palabra para llamarlas. Una vez más la inventiva y picardía del cubano, así como el protagonismo que juega la sexualidad, inciden a la hora de nombrar las cosas.
Los (zapatos) va-que-te-tumbo: se usa referido tanto a los zapatos ortópedicos como a cualquier otro tipo de calzado, grotesco, de suela ancha y alta, que aparente un andar dificultoso y poco elegante.


La guayabera: Declarada en 2010 prenda oficial  para ceremonias diplomáticas. No necesita mucha descripción, para algunos es el símbolo de la oficialidad cubana y para otros, el más auténtico sello de cubanía.


Los uniformes: Todos los sitios tienen uniformes y Cuba no es la excepción ni posee la exclusividad de tales prendas, pero sí lo son los colores y diseños propios por niveles de enseñanza y tipos de escuela: rojo y blanco, amarillo y blanco, carmelita y crema, azul... Todo cubano reconoce enseguida sus uniformes y pocos, además, permanecerán indiferentes ante ellos.


Las chancletas 'mete dedo': calzado de andar por casa o por la calle. Lo que en algunas latitudes es un zapato de playa en Cuba es un imprescindible de todos para estar en los hogares o salir a la calle.
 
Las enguatadas: nombre genérico empleado para casi cualquier prenda medianamente gruesa, de mangas largas, por lo general cerrada y usada para los días de más frío.