Hola, soy Maura, dueña de CASA MAURA (
), mi casa particular en La Habana, dedicada al hospedaje
de viajeros, una casa de renta con el concepto B&B, ubicada en la Habana
Vieja.
Muy cerca de nuestra casa está el Paseo del Prado
habanero. Es un sitio con mucha historia y tradiciones. No solo es un bello
lugar para caminar, es también el sitio ideal para ver y a veces intercambiar con
los moradores de esta ciudad.
No es la primera vez que te habló de este sitio, ya una
vez te comenté que podías ir a bailar tango en el Prado. Allí en la tarde noche de algunos sábados y domingos en el Paseo del Prado a
la altura del Hotel Sevilla a 200 metros de CASA MAURA, se reúnen un grupo de
admiradores del Tango, donde deleitan a los habaneros y visitantes con su
dominio de tan singular baile, e invitando libremente a todos los que los
quieran acompañar, esto solo lo puedes ver en la Habana Vieja.
Con este trabajo inició una serie de seis publicaciones
para hablar de este sitio. Poco a Poco reproduciré unos artículos escritos por el destacado
periodista cubano Ciro Bianchi y otros materiales sobre la vida de este lugar.
Biografía
de una calle
Hasta 1772 La Habana no contó con los paseos que
caracterizaban a las ciudades opulentas. Solo dos y bastante rústicos hubo
hasta entonces en la villa. El que arrancaba en la puerta de La Punta de la Muralla,
y corría hacia la caleta de San Lázaro, en las inmediaciones del actual
hospital Hermanos Ameijeiras. Paseo este que con el tiempo fue la calle San
Lázaro. Se caminaba sobre tierra, a la sombra de los uveros. De una parte
quedaba el mar y de la otra las huertas asentadas en la zona. El otro paseo
salía de la puerta de Tierra de la Muralla, aledaña a la calle de ese nombre,
tomaba la calle Monte y llegaba a Reina. También de tierra y a la sombra de
cocales.
Hasta entonces (alrededor de 1770) la ciudad vivía
preocupada por sus medios de defensa. Eran tantas las guerras, las expediciones
y los saqueos que la principal preocupación fue la construcción de castillos y
fortalezas, así como las murallas. Téngase en cuenta que entre 1762-63 La
Habana fue ocupada por los ingleses.
Había, sí, un respetable número de iglesias y conventos y
como plazas estaban las de Armas y San Francisco. También la del Cristo y la
llamada Plaza Vieja, dedicadas ambas al comercio.
No había todavía ningún teatro en la villa. No estaba
construida la Catedral. No se había edificado aún el Palacio de los Capitanes
Generales, y las plazas de la Catedral y de Armas eran lugares yermos y
cenagosos.
Las distracciones de los habaneros entonces eran las de
concurrir a las procesiones religiosas y los desfiles y paradas militares.
Servía además de solaz recorrer las calles comerciales, que eran entonces las
de Mercaderes y Muralla, cuyas tiendas, por las noches, permanecían alumbradas
con quinqués y lámparas y ofrecían en conjunto el espectáculo de una feria o
gran bazar.
En esas condiciones estaba La Habana cuando Felipe de
Fons de Viela, marqués de la Torre, fue nombrado capitán general de la Isla por
el rey Carlos III.
Se le considera como el primer gran urbanista de la
ciudad. El Marqués prohibió que siguieran construyéndose casas de paredes de
tapia o embarrado y techos de guano, y se empeñó en dotar a La Habana de un
teatro, la Casa de Gobierno y un paseo.
Ese paseo fue la Alameda de Paula, llamado así porque
frente a uno de sus extremos se levantaba el Hospital de San Francisco de
Paula. Su construcción se inició en 1772.
El Marqués de la Torre no solo construyó la Alameda.
También en 1772 dio inicio a las obras del Paseo del Prado, mejorado y
embellecido luego por los gobernadores que lo sucedieron en el Gobierno. Era el
del Prado un paseo de extramuros, que corría paralelo a las Murallas.
Prado ha tenido varios nombres: Paseo del Prado, Alameda
de Extramuros, Alameda de Isabel II, Paseo del Nuevo Prado, Paseo del Conde de
Casa Moré y Paseo de Martí, que es su nombre oficial. Habitualmente se le ha
llamado Paseo del Prado o Prado, a secas, nombre este que obedece al parecido
del Paseo habanero con el madrileño que corre entre la fuente de Cibeles y la
estación ferroviaria de Atocha, en la capital española. Se extiende desde la
actual Plaza de la Fraternidad hasta el Malecón, aunque el Parque Central lo
divide en dos secciones bien diferenciadas.
Hacia 1841 ese paseo se convierte ya en el centro de La
Habana. La Plaza de Armas, oportunamente, desplazó a la Alameda de Paula como
lugar de preferencia. Y el Prado a su vez desplazó a la Plaza de Armas, «por su
mayor extensión y amplitud, más adecuadas a la importancia y población que iba
adquiriendo la ciudad». Era tan grande el número de quitrines que circulaban
por la vía entonces que se hacía necesaria «la atención más rigurosa para no
ser atropellado», dice el escritor gallego Jacinto Salas Quiroga en su libro
Viajes por la Isla de Cuba. Prosigue: «Cada carruaje se mantiene en su orden, y
marqueses y condes, caballeros y plebeyos, con tal de que tengan medios
suficientes para mantener una volanta propia, figuran en este animado y
brillante paseo. ¿A qué van? Van a ver y a que los vean».
¿Te gustó? Deja un comentario aquí debajo y también
escríbeme para saber que necesitas saber para planificar tu próximo viaje a La
Habana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario