lunes, 28 de agosto de 2017

Una calle de madera en La Habana.


Sí, como te lo cuento, a 15 minutos caminando desde CASA MAURA, puedes llegar a la Plaza de Armas y encontrar la calle de adoquines de madera, es uno de los tantos sitios curiosos de la zona fundacional de La Habana, que pronto cumpliremos nuestros 500 años. 





Situada frente al Palacio de los Capitanes Generales. Es la única de su tipo en toda la capital cubana, y en el país. El origen de la curiosa iniciativa se remonta a los comienzos del siglo XIX. La pujante urbe caribeña, extendida a la entrada del puerto de encuentro de las flotas españolas que navegaban entre Europa y América, comenzaba despuntar como una metrópoli con ansias de modernidad. 

Se imaginan una ciudad con sus calles y avenidas pavimentadas con lustrosos adoquines de madera dura nativa. Ese fue el sueño del ingeniero Evaristo Carrillo, al parecer un ferviente enamorado del negro jiquí (una de las maderas más duras de Cuba), mucho más resistente que el hierro, capaz de desafiar la humedad del agua de mar y el salitre, como pilote de los muelles. 

La calle Tacón, de apenas una cuadra de largo, está allí como testimonio de un sueño renovado siglo y medio más tarde, después de haber pasado décadas sepultada por sucesivas capas de asfalto. La original vía, donde se realiza la venta cotidiana de libros antiguos y la presentación nuevas ediciones, así como retretas de la Banda Municipal de la Habana Vieja, tomó el nombre del Capitán General don Miguel de Tacón y Rosique, quien gobernó en la isla entre 1834-1838. 

A comienzos del siglo XIX la pavimentación de las calles habaneras era pésima. Las más transitadas dentro de la ciudad, rodeada desde 1797 por una gruesa muralla defensiva, habían sido pavimentadas con chinas pelonas. Los torrenciales aguaceros las dejaban intransitables. 

Un documento de la época refiere que en 1821 el ayuntamiento habanero emitió un informe en el que decía: “… las chinas pelonas desacreditan la cultura de esta hermosa capital, la hace estrepitosa e insufrible el uso del inmenso número de carruajes, nadie goza del sosiego en las calles y casas, forma una atmósfera ardiente e insalubre”. 

Así cobró fuerza la idea y el sueño del ingeniero Carrillo. No obstante, el proyecto cayó en desgracia cinco meses después de construido el primer y único tramo, cuando el Ayuntamiento determinó que el enmaderamiento no servía, por ser demasiado costoso y menos duradero que la piedra. 

Vistosa y sorprendente por la simetría de sus adoquines de oscuras maderas, en las que resuenan los pasos de quienes visitan el Palacio de los Capitanes Generales, la calle Tacón cuenta hoy con la atención de esmerados artesanos que cuidan de su admirable estructura. Su resurgimiento se debe al empeño restaurador emprendido en la década de 1980 por Eusebio Leal, Historiador de la Ciudad de La Habana, reconocida por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.

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