Hola amigo, soy Maura, dueña de CASA MAURA, mi casa particular dedicada al hospedaje de viajeros, una casa de renta con el concepto B&B, ubicada en la Habana Vieja.
Hoy quiero seguir comentándote sobre las costumbres,
tradiciones y curiosidades de nuestra cubanía
A Emilio Bacardí, historiador cubano y también exitoso
empresario cervecero cubano, fundador del museo que lleva su nombre en Santiago
de Cuba, se le atribuye la frase de que el progreso de Cuba se podía medir por
el consumo de cerveza.
Efectivamente, el cubano de siempre ha sentido
predilección por esta bebida desde todos los tiempos a pesar de que la
necesidad, a veces lo inclina a consumir otros tipos de licores. Ello no quiere
decir que el criollo fuera adicto incontrolable a las bebidas alcohólicas.
Tres eran las marcas que se disputaban el mercado cubano:
Hatuey, Cristal y Polar. La calidad del producto era tal que las similares
extranjeras no lograban penetrar el mercado interno. Nadie podía competir en
precio y calidad con nuestras cervezas a pesar de que algunas firmas foráneas
lo intentaban.
Los fabricantes de cerveza y la población se veían
mutuamente beneficiados por una colaboración espontánea. Los primeros tenían
sobrados motivos de gratitud al verse distinguidos con la preferencia pública y
la población se favorecía por algunos servicios de utilidad social patrocinados
por aquellos.
Así las cosas, los Blanco Herrera, principales
accionistas de la Cristal, eran patrocinadores del deporte popular, inaugurando
en l929 el Gran Stadium Tropical de la Avenida 4I en Marianao donde un año
después, en l930, se celebrarían los II Juegos Centroamericanos.
Los Zorrilas y Giraudier, fundamentales accionistas de la
Polar acaudillaban la publicidad de las grandes ligas del béisbol cubano y
promovían el esparcimiento en los flamantes salones de los jardines aledaños a
la fábrica.
En resumidas cuentas nuestros padres y abuelos solían
divertirse en el salón Sevillano de la Polar o en el Mamoncillo de la Tropical
al ritmo de Beny More y su banda gigante o con Roberto Faz y su conjunto. Estos
bailes en modo alguno eran frecuentados por las clases pudientes sino por lo
más humilde y genuino de nuestro pueblo.
Pero el mayor consumo de cerveza tenía lugar en bares y
cantinas, tratándose de los jóvenes. Los menos jóvenes, hombres de hogar y
familia, preferían hacerlo en la bodega de la esquina. Aquí, en un ambiente
familiar, conversaban con el dependiente; entre cuentos y anécdotas, saboreando
una cerveza espumosa que entonces costaba veinte centavos o si lo prefería o
requería, un vaso de ” lague” que costaba diez centavos. En el primer caso
tenía derecho a un “saladito” de jamón y queso y en el segundo era beneficiado
con algunas aceitunas.
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