Un coche ferroviario atrae la atención de los que transitan
por la calle Oficios, en La Habana Vieja. Está emplazado en una de las calles
laterales del Salón de la Ciudad, un edificio que se construyó a comienzos del
siglo XX para dar albergue a la Cámara de Representantes y que hasta 1959 alojó
al Ministerio de Educación. Es el coche Mambí, llamado también Coche
Presidencial porque a lo largo de los años y hasta convertirse en un objeto
museable, fue utilizado por no pocos mandatarios cubanos.
¿Cuál es la historia de esta reliquia tecnológica del
ferrocarril?
Llegó a Cuba por primera vez en diciembre de 1912 en un
ferry que enlazaba La Habana con la Florida; un tipo de servicio ferroviario y
marítimo que garantizaba el intercambio de mercancías entre ambas regiones con
eficiencia y rapidez ya que cruzaban el mar en el ferry, pero dentro de los
vagones del ferrocarril.
El vagón estaba destinado a Horatio S. Rubens, presidente de
la Compañía de Ferrocarriles de Cuba, y que fuera abogado del Partido
Revolucionario Cubano y amigo de José Martí y de Tomás Estrada Palma. Por eso
el coche fue bautizado con el nombre de Mambí. A bordo de ese coche Rubens
salía de Nueva York con destino a Florida en el tren nombrado Havana Special.
De Florida, el Mambí era trasladado en barco hasta La
Habana, y, ya en Cuba, era arrastrado hasta Camagüey por el tren número 1, y de
Camagüey a La Habana por el tren número 2. Desde aquí iba por mar hasta Florida
y, como parte del Havana Special, retornaba a Nueva York.
Como Horatio Rubens era el presidente de la compañía y se
valía del Mambí para sus viajes de inspección en la Isla, los propios
trabajadores ferroviarios dieron al vagón el nombre de Coche Presidencial.
Pero por su seguridad y confort, el coche Mambí, durante su
estancia en territorio nacional, se ofrecía a altas personalidades de la
política. Así, a lo largo de los años lo utilizaron los presidentes José Miguel
Gómez, Mario García Menocal, Alfredo Zayas y Fulgencio Batista, lo que reafirmó
e hizo popular su denominación de Coche
Presidencial.
Fidel Castro también
lo utilizó en ocasiones muy significativas.
Esta estructura de hierro revestida interiormente de maderas
preciosas pesa 80 toneladas y se destaca por el aprovechamiento y distribución
del espacio y su excelente diseño. Su entrada principal exhibe un balcón en el
puede viajarse de pie y que admite a cuatro personas cómodamente sentadas. Ese
balcón está resguardado por una baranda de bronce forjado y dispone de un toldo
regulable que protege a los viajeros del sol o de la lluvia. El coche Mambí está dotado de un recibidor
espacioso, sofá cama y literas bien disimuladas, y de otro recibidor más
pequeño, también con litera.
Un salón para oficina. Servicios sanitarios. Dos
habitaciones con sus respectivos closet y muebles de maderas preciosas,
habitaciones que se comunican a través de un baño intercalado provisto de una
bañera de mármol y otros aditamentos. Dispone además de un comedor para ocho
personas, con vitrinas de maderas precisas y cristales de bacará, cubiertos de
plata y otros accesorios con el logotipo del Mambí. Tiene también pantry,
cocina y una habitación para el personal de servicio con cuatro capacidades.
Estaba provisto originalmente con lámparas de carburo. En
los años 70 se le dotó de sistema eléctrico sin que se retiraran los mecanismos
originales, lo que posibilita el uso de cualquiera de las dos fuentes
energéticas. Para acondicionar el aire del vagón se utilizaba hielo húmedo
sobre el techo y ventiladores especiales que hacían correr el aire frío a
través de ventanillas colocadas en los bordes superiores de cada uno de los
departamentos del coche.
Cuando empezaron a hacerse tirantes las relaciones entre EE
UU y Cuba, funcionarios de los Ferrocarriles Consolidados de Cuba —herederos de
la Compañía de Ferrocarriles de Cuba, que operaba en la zona oriental—
quisieron sacar el Mambí de la Isla para que no retornara jamás. Estando ya el
coche en la línea férrea que entraba al ferry, milicianos de la Estación
Central lo retornaron al andén número 10, conocido también como La Cochera,
donde aparcaban los coches administrativos.
Estuvo en uso hasta 1987, cuando se decidió declararlo
patrimonio ferroviario y exhibirlo en la propia Estación Central cerca del
salón de viajeros. Allí estuvo hasta que en los años 90, en medio de la crisis
económica de la época, se determinó que esa joya emblemática del ferrocarril
cubano fuera entregada al doctor Eusebio Leal, Historiador de La Habana, para
admiración y disfrute de cubanos y extranjeros que recorren la parte vieja de
la ciudad.
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