Quienes conocen la buena música cubana han escuchado "Damisela Encantadora", la bella canción central de la zarzuela "Lola Cruz" del maestro Ernesto Lecuona. Pero tal vez pocos sepan que… (SEGÚN CUENTAN) Lola Cruz fue una mujer que realmente existió, una encantadora damisela que vivía en Matanzas, y en aquella época, Cuba atraía a muchos galanes locales y externos... y Lola finalmente se casó con uno de los hombres más ricos de su época.
En la obra de Lecuona, la historia de Lola Cruz en el siglo
XIX transcurre entre valses y canciones. En la vida real ella nació pobre,
vivió en el lujo y murió en bancarrota. El pentagrama la inmortalizó.
Lola Cruz nació en Matanzas de una pobre familia. Cuando
llegó a la adolescencia era tan bella que desde la ciudad y varios lugares de
Cuba (dicen que hasta del extranjero) le llegaban hombres tratando de
conquistarla. Su atracción la extendió más allá de su humilde origen.
Como era costumbre de la época, las clases competían en dos bandos, el "Azul"
y el "Punzó" disputándose cintas y trofeos en verbenas, juegos,
bailes, competencias. En 1857 el Bando Punzó (rojo) eligió como Reina a Lola
Cruz y los azules escogieron a la también bella Juanita Páez a quien se
concedió el honor de prender la llama azul de la primera planta de gas puesta
en servicio para el alumbrado público en la "Atenas de Cuba". En su
zarzuela , el maestro Lecuona recrea una de las fiestas de la época y en una
escena Lola canta "Damisela Encantadora" y Juanita interpreta
"Vals Azul".
Finalmente Lola se casó con José María de Ximeno, hijo de
una de las familias más acaudaladas de Matanzas , entonces potencia azucarera y
portuaria. Los Ximeno vivían en una lujosa y enorme mansión de dos pisos a un
costado de la Iglesia Catedral y allí se hizo la fiesta nupcial tras el enlace
religioso. Lola lució un traje de
encajes y bordados hecho por su abuela
pero no quiso usar joyas. La pareja salió en volanta para pasar la luna de miel
en el ingenio azucarero "Jesús María" (propiedad familiar) cerca del
poblado de Camarioca.
Retornaron a Matanzas para vivir en el palacete que por
encargo de la familia un arquitecto norteamericano construyó para ellos en la
calle Gelabert, (después Milanés) # 16
cerca de la Magdalena y el Palacio de Junco.
Tenía una monumental puerta de entrada y la salida era por
un piso inferior que daba frente a la calle Contreras (Byrne) cerca del
callejón de Madam, donde estaban la cochera, habitaciones de sirvientes,
cocina, almacenes y un mini-teatro. Un enorme laurel importado de la India
crecía al centro del patio y de sus ramas colgaban jaulas con canoras aves y
saltarines monos. Por la azotea se paseaban pavos reales. En el primer piso
había un enorme comedor con paredes de cobre repujado. Podía acomodar hasta a 60
personas, los alimentos llegaban por un
ingenioso torno que los subía desde la cocina en el piso inferior. Casi todo lo
que allí se consumía procedía de las fincas de la familia en las lomas de La
Cumbre y el Valle del Yumurí.
Los tiempos cambiaron y llegó la Recesión. La Revolución
Industrial se llevó muchos de aquellos "cachimbos" e ingenitos
azucareros movidos por esclavos. Con la
Guerra de Independencia se destruyeron
los cañaverales en medio de cambios
internacionales.
El primer ferrocarril llegó a Matanzas uniéndola con La
Habana que conquistó la supremacía portuaria. La ruina tocó a los esposos
Lola-Ximeno y para colmo, un huracán casi destruyó su palacio. Don Ximeno murió
poco después. Lola Cruz tuvo que vender poco a poco muebles, ropas, libros,
prendas, lo que le quedaba. Finalmente regresó a la modesta casa de sus padres.
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