miércoles, 28 de octubre de 2015

Biografía de una calle, o como nació el Paseo del Prado en La Habana

Muy cerca de nuestra casa está el Paseo del Prado habanero. Es un sitio con mucha historia y tradiciones. No solo es un bello lugar para caminar, es también el sitio ideal para ver y a veces intercambiar con los moradores de esta ciudad.



Hola, soy Maura, dueña de CASA MAURA (
), mi casa particular en La Habana, dedicada al hospedaje de viajeros, una casa de renta con el concepto B&B, ubicada en la Habana Vieja.
Muy cerca de nuestra casa está el Paseo del Prado habanero. Es un sitio con mucha historia y tradiciones. No solo es un bello lugar para caminar, es también el sitio ideal para ver y a veces intercambiar con los moradores de esta ciudad. 
No es la primera vez que te habló de este sitio, ya una vez te comenté que podías ir a bailar tango en el Prado. Allí en la tarde noche de algunos sábados y domingos en el Paseo del Prado a la altura del Hotel Sevilla a 200 metros de CASA MAURA, se reúnen un grupo de admiradores del Tango, donde deleitan a los habaneros y visitantes con su dominio de tan singular baile, e invitando libremente a todos los que los quieran acompañar, esto solo lo puedes ver en la Habana Vieja.

Con este trabajo inició una serie de seis publicaciones para hablar de este sitio. Poco a Poco reproduciré unos artículos escritos por el destacado periodista cubano Ciro Bianchi y otros materiales sobre la vida de este lugar.
 

Muy cerca de nuestra casa está el Paseo del Prado habanero. Es un sitio con mucha historia y tradiciones. No solo es un bello lugar para caminar, es también el sitio ideal para ver y a veces intercambiar con los moradores de esta ciudad.

Biografía de una calle

Hasta 1772 La Habana no contó con los paseos que caracterizaban a las ciudades opulentas. Solo dos y bastante rústicos hubo hasta entonces en la villa. El que arrancaba en la puerta de La Punta de la Muralla, y corría hacia la caleta de San Lázaro, en las inmediaciones del actual hospital Hermanos Ameijeiras. Paseo este que con el tiempo fue la calle San Lázaro. Se caminaba sobre tierra, a la sombra de los uveros. De una parte quedaba el mar y de la otra las huertas asentadas en la zona. El otro paseo salía de la puerta de Tierra de la Muralla, aledaña a la calle de ese nombre, tomaba la calle Monte y llegaba a Reina. También de tierra y a la sombra de cocales.
Hasta entonces (alrededor de 1770) la ciudad vivía preocupada por sus medios de defensa. Eran tantas las guerras, las expediciones y los saqueos que la principal preocupación fue la construcción de castillos y fortalezas, así como las murallas. Téngase en cuenta que entre 1762-63 La Habana fue ocupada por los ingleses.
Había, sí, un respetable número de iglesias y conventos y como plazas estaban las de Armas y San Francisco. También la del Cristo y la llamada Plaza Vieja, dedicadas ambas al comercio.
No había todavía ningún teatro en la villa. No estaba construida la Catedral. No se había edificado aún el Palacio de los Capitanes Generales, y las plazas de la Catedral y de Armas eran lugares yermos y cenagosos.
Las distracciones de los habaneros entonces eran las de concurrir a las procesiones religiosas y los desfiles y paradas militares. Servía además de solaz recorrer las calles comerciales, que eran entonces las de Mercaderes y Muralla, cuyas tiendas, por las noches, permanecían alumbradas con quinqués y lámparas y ofrecían en conjunto el espectáculo de una feria o gran bazar.
En esas condiciones estaba La Habana cuando Felipe de Fons de Viela, marqués de la Torre, fue nombrado capitán general de la Isla por el rey Carlos III.
Se le considera como el primer gran urbanista de la ciudad. El Marqués prohibió que siguieran construyéndose casas de paredes de tapia o embarrado y techos de guano, y se empeñó en dotar a La Habana de un teatro, la Casa de Gobierno y un paseo.
Ese paseo fue la Alameda de Paula, llamado así porque frente a uno de sus extremos se levantaba el Hospital de San Francisco de Paula. Su construcción se inició en 1772.
El Marqués de la Torre no solo construyó la Alameda. También en 1772 dio inicio a las obras del Paseo del Prado, mejorado y embellecido luego por los gobernadores que lo sucedieron en el Gobierno. Era el del Prado un paseo de extramuros, que corría paralelo a las Murallas.

en la tarde noche de algunos sábados y domingos en el Paseo del Prado a la altura del Hotel Sevilla a 200 metros de CASA MAURA, se reúnen un grupo de admiradores del Tango, donde deleitan a los habaneros y visitantes con su dominio de tan singular baile, e invitando libremente a todos los que los quieran acompañar, esto solo lo puedes ver en la Habana Vieja.

Prado ha tenido varios nombres: Paseo del Prado, Alameda de Extramuros, Alameda de Isabel II, Paseo del Nuevo Prado, Paseo del Conde de Casa Moré y Paseo de Martí, que es su nombre oficial. Habitualmente se le ha llamado Paseo del Prado o Prado, a secas, nombre este que obedece al parecido del Paseo habanero con el madrileño que corre entre la fuente de Cibeles y la estación ferroviaria de Atocha, en la capital española. Se extiende desde la actual Plaza de la Fraternidad hasta el Malecón, aunque el Parque Central lo divide en dos secciones bien diferenciadas.
Hacia 1841 ese paseo se convierte ya en el centro de La Habana. La Plaza de Armas, oportunamente, desplazó a la Alameda de Paula como lugar de preferencia. Y el Prado a su vez desplazó a la Plaza de Armas, «por su mayor extensión y amplitud, más adecuadas a la importancia y población que iba adquiriendo la ciudad». Era tan grande el número de quitrines que circulaban por la vía entonces que se hacía necesaria «la atención más rigurosa para no ser atropellado», dice el escritor gallego Jacinto Salas Quiroga en su libro Viajes por la Isla de Cuba. Prosigue: «Cada carruaje se mantiene en su orden, y marqueses y condes, caballeros y plebeyos, con tal de que tengan medios suficientes para mantener una volanta propia, figuran en este animado y brillante paseo. ¿A qué van? Van a ver y a que los vean».
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